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Los efectos de la pandemia de COVID-19 en el trabajo doméstico remunerado en América Latina

By Gabriela Marzonetto

12/30/2020

Las medidas de aislamiento social derivadas de la pandemia de COVID-19, pusieron de cabeza la organización de las tareas domésticas y de cuidados tanto no remunerados como remunerados que se desarrollan en los hogares. En relación a estas últimas, en América Latina, donde según la CEPAL el empleo doméstico representa en promedio el 14,3% de participación de las mujeres en el mercado laboral, y se constituye como una fuente de ingresos esencial para los hogares de estas, las medidas de confinamiento profundizaron las situaciones de precariedad y vulnerabilidad de las trabajadoras de este sector. Se produjeron efectos no contemplados para estas y sus familias, así como también reacciones inusitadas en muchos de sus empleadores, que van desde trasladar a las empleadas escondidas en el baúl de sus vehículos para evadir controles policiales, despedirlas bajo la promesa de recontratarlas cuando la situación se normalice, u obligarlas a quedar como trabajadoras internas alejándose de sus hogares.

Entre los efectos que la situación sanitaria generó en las trabajadoras, se encuentran la caída abrupta de sus ingresos; la salida masiva del mercado laboral con las repercusiones sobre su autonomía económica que esto conlleva; y la discriminación de clase y raza agravada por ser consideradas vectores de contagio de COVID-19 tanto por las zonas donde viven como por trasladarse en transporte público hacia los distintos hogares donde se desempeñan. Tal es la situación de vulnerabilidad de las trabajadoras del sector que inclusive el cineasta Alfonso Cuarón se unió a la campaña #cuidaaquientecuida, que busca generar conciencia entre los empleadores del sector, que inició en México pero se extendió a toda la región.

Frente a esto, en algunos países como Argentina, se avanzó en medidas que buscaban contrarrestar estos efectos, como establece el último informe de la oficina nacional de OIT, sobre la situación se generaron una serie de medidas con impacto directo sobre estas trabajadoras: se reforzaron los planes sociales y se creó un ingreso familiar de emergencia al cual podían aplicar las empleadas domésticas; la Comisión Nacional de Trabajo en Casas Particulares fijó un incremento salarial del 10% de las remuneraciones horarias y mensuales mínimas;  se decretó la prohibición de despido durante el lapso que conllevara la situación de aislamiento, generando para el caso particular del empleo doméstico la obligación a los empleadores a sostener los pagos, lo que se consideró una especie de licencia, acompañado por campañas de concientización de la importancia de que los empleadores cuidaran a las trabajadoras así como para que ellas conozcan sus derechos.

De todos modos estas medidas no resultaron suficientes, en primer lugar porque el nivel de registración del sector es bajo (según el último informe de CEPAL al respecto el 77,2% de las empleadas de casas particulares trabajan en la informalidad), lo que dejaba a criterio de los empleadores el pago y la periodicidad del mismo, que sumado a la tradicional forma de contrato “de palabra” y al pago en dinero en efectivo de manera diaria o quincenal, implicó en muchos casos la suspensión de ingresos de los hogares de estas trabajadoras durante el tiempo de aislamiento.

Con todo, la pandemia de COVID-19 ha puesto sobre el tapete la precariedad bajo la que se encuentran numerosas trabajadoras que realizan una tarea invaluable para el bienestar de las familias. Por este motivo sería bueno comenzar a discutir cómo reparar las condiciones de precariedad y vulnerabilidad constante que viven quienes se desempeñan en el empleo doméstico.

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