Los efectos de la pandemia en los espacios de cuidado infantil del Cono Sur

By Gabriela Marzonetto

11/13/2020

Ante la posibilidad de que los más pequeños se convirtieran en vectores del nuevo coronavirus, en muchos países de América Latina se vieron interrumpidas las actividades en los jardines, espacios esenciales tanto para la socialización y educación de niños y niñas, como para dar una respuesta extra-doméstica a las necesidades de cuidado de las familias. Sobre esta situación, desde la Organización Mundial para la Educación Preescolar (OMEP) se ha discutido sobre los efectos del confinamiento en niños/as y sobre los desafíos para la atención  y educación en primera infancia.

Respecto a los efectos de la decisión de interrumpir las actividades presenciales de los espacios de atención y educación en primera infancia en la región más desigual del planeta, la BBC puntualizó en los siguientes: 1. Interrupción del aprendizaje, que se potencia por el desigual acceso a tecnologías y a conectividad dependiendo del nivel de ingresos familiares y de la zona de residencia (urbano/rural), entre otros aspectos; 2. Falta de alimentación, puesto que el sistema educativo en nuestros países cumple un rol que va más allá del pedagógico para ser un espacio de contención social y de garantía del derecho a la alimentación de muchos pequeños; 3. Familias sin la preparación para enseñar, a lo que se agregaría sin tiempos para esto y con marcadas diferencias socio-culturales que profundizan las desigualdades ya existentes; y 4. Aumento del abandono escolar, derivado de las dificultades mencionadas para la continuidad con la educación virtual o remota, y del cierre de los establecimientos debido a la transferencia de fondos del sistema educativo hacia el sistema sanitario así como por la crisis económica derivada de la pandemia.

En línea con este último punto, nos encontramos con una situación alarmante en los países del Cono Sur. En Uruguay el directorio del Instituto Nacional del Niño y Adolescente (INAU) decidió no renovar cargos técnicos y del centro de formación en primera infancia, lo que impactaría principalmente sobre niños/as más vulnerables y sobre aquellas mujeres beneficiarias de los programas de cuidado para sus hijos/as. En Chile, según datos de la Subsecretaría de Educación Parvularia durante este año disminuyó sensiblemente la matrícula del nivel inicial. Por su parte, en Argentina los jardines por fuera de la órbita estatal –que permiten cubrir la demanda de estos espacios ya que el sistema público es deficitario-, han declarado estar en crisis y piden ayuda al Estado para sostener salarios e infraestructura y así garantizar su permanencia cuando reinicien las actividades con normalidad.

Frente a este panorama, la nueva normalidad nos encontrará con menores opciones de acceso a espacios de atención y educación en primera infancia y con ello con el derecho a la educación y los cuidados vulnerados. El desafío será, una vez logrado estabilizar el sistema sanitario, aunar esfuerzos para que estos espacios puedan abrir sus puertas. De estos dependen parte de la socialización y desarrollo integral infantil y también las posibilidades de las familias (y sobre todo de las mujeres) de mejorar sus opciones de ingresos a partir de la participación laboral.